19/4/11

Divina mortalidad




El suicida latente que habita en mí
aparece en el living
mis aguas se estremecen
lo ahuyento a soplidos
aíslo mi obsesión paranoica
le ofrezco apoyo
amor incondicional
un ramo de flores
una cama, descanso
lo engaño, le miento
lo enmascaro 
querés café?
es tarde y la noche aplasta el sueño
se me escapa una carcajada grotesca
mis ojos buscan la puerta.

Se da cuenta…
Me mira como Dios
Me calma como Dios
Me besa como Dios?
Se ilumina la oscuridad
“estamos perdidos si nos encuentran corazón” me dice al oído…
Qué endiabladamente bondadoso eres conmigo... susurro lanzando
un suspiro
felizmente frustrada
me entrego a su amor.



Virginia Woolf le dejó a su marido, antes de sumergirse en el río Ouse, cargada de piedras en su abrigo, la siguiente carta:

 

Muy querido:

Estoy segura que pronto sufriré otro episodio de locura. Siento que no podemos sortear nuevamente esos tiempos tan difíciles. Esta vez no me recuperaré. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Por lo tanto, haré lo que pare-
ce ser lo más apropiado... No pienso que dos personas podrían ser más felices de lo que nosotros hemos sido.


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